miércoles, 18 de abril de 2007

En el Abismo Azul




Demasiadas veces he creído que el mar puede llevárselo todo, que puede esconderlo todo bajo la inmensa alfombra de sus aguas. Ya de niña, cuando había tenido un mal día o necesitaba evadirme del mundo, me refugiaba bajo las sábanas de sus olas; me sumergía en él hasta sentir que me ahogaba en su abrazo, que había tomado de mi todo el aire a cambio de dejarme vagar en la frialdad aterradora de su calma. Me resistía a salir y miraba el mundo a través de él, como si su superficie fuera un cristal que me separaba del caos mundanal. Con los años, cambié mis pulmones por branquias en una botella. Él ha tenido siempre el don de producirme un insólito bienestar, una extraña mezcla entre la calma y el miedo que a días de hoy se me hace aún necesaria. Una mañana - y no precisamente de verano aunque el sol clareaba- fuimos a verlo. Hubiera sido una de muchas tantas que me acercaba hasta él sino fuera que, esta vez, no adopté el porte de un pez… más bien el de una anguila, negra y escurridiza. Hay que ver como brilla el látex un día de sol y oleaje. Poder sentir su abrazo, pegando la goma a mi cuerpo, fue algo maravilloso y porque no decirlo, tremendamente divertido y es que… hay que ver como corren los nudistas cuando ven extraños entes poblando sus costas ¡!!


... angel_negro.

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