lunes, 16 de abril de 2007

Bellas Artes




Metamorfosis.

Las estatuas han sido un elemento constante en muchas culturas y sociedades. La mayoría son creadas para embellecer lugares frecuentados por el público. Nosotros adoptamos ese fin también, pero la primordial realización de nuestra especial escultura fue otra: dar un paso más en la objetización de la persona, volver al sujeto un mero objeto, un ente limitado con una función precisa, sin vida. Muchos pensarán que es una locura; otros, en cambio, saborearán mis palabras. El mundo está constituido de seres vivos y objetos y, cada día que pasa, avanzo un poco más en ese camino ambiguo donde la nada ya no es una quimera. Ese día, sin duda fue para mí como un descubrimiento de algo que ya sabia: llegar a perder la identidad me fascina, traspasar esa línea donde el ser vivo queda reducido a un objeto que ha sido creado con una sola finalidad, me permite sentir un cúmulo de sensaciones que el cuerpo de humano donde me han encerrado jamás, ni por asombro, me ha permitido disfrutar…
Esta vez, los jardineros se transformaron en escultores de piedra y mármol y, el árbol, pasó a ser tan sólo un trozo de roca blanca que adornaba el salón mientras los comensales disfrutaban de una deliciosa velada. Tiras y tiras de yeso cubrían mi cuerpo, de cabeza a pies, mientras sus manos iban dándole forma a lo que pasaría a ser, una vez la piedra se endureciera, una mera estatua que adornaba la estancia al lado de la chimenea. Cuando la humedad ya ha calado tus huesos y el silencio retumba en la armadura de piedra blanca, el tiempo no avanza. Ya no hay sentidos, ni cinco, ni cuatro, ni tres, ni dos, ni uno… todo se reduce a lo mismo: el material que te está formando.


... angel_negro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Soy de los que saborean lo que has escrito, pero asusta la afirmación que haces de tu avance en ese camino ambiguo....... veo que sigues en tu camino hacia Haud generis......